Mema 7

No sé por qué se empeñan en decir que tengo ideas de bombero, cuando en realidad son de bombilla, como todo el mundo sabe.
[Nota para los puristas: esta vez me he dibujado el pelucón].

Mema 6

Funámbula tiene complejo de murciélago porque boca abajo piensa mejor. [¿Para cuándo columpios para adultos?]

Mema 5

Mi reina de la exclamación siempre me decía: ¡hija, de verdad, eres toda piernas! Por eso ahora no me acostumbro a vivir en la sosez de un mundo plagado de oraciones afirmativas. Echo de menos el entusiasmo y ser su ¡lagartija! Así que, voy a ser osada (me encanta esta palabra) y os voy a pedir un favor: ¡exclamad! ¡Que los signos de admiración alimentan más que un filete o dos Petit Suisse (me niego a llamarlos Danonino)...!

Mema 4

La niña espiral ha perdido tantos paraguas que ya no lleva la cuenta (porque le faltan dedos y le sobran olvidos). Así que, cuando llueve, su pelo se transforma en un caracol.

Mema 3

La sirena invertida tiene memoria de pez para lo que no le interesa. Su cerebro desconecta con gran facilidad cuando le explican cómo funciona el PitStop o cuánto tiempo hay que dejar cocer las lentejas, por poner un ejemplo. Pero recuerda vivamente olores, sabores, arrugas en la piel, rincones de Madrid, frases que ya se fueron y no volverán, manos rozando el cristal, secretos que venderían su alma por ser gritos... La sirena invertida no encanta con su canto porque no sabe cantar. Sin embargo, tiene un as en la manga para el que quiera apostar: sabe, en caja alta, amar.

Mema 2

De tanto llorar y llorar, la niña llanto vive sobre una nube de la que no puede bajar.

Mema 1

La niña elefanta siempre tropieza dos veces con su misma trompa. Así, de moratón en moratón, pasa los días entre onomatopeyas y tiritas.
[Como me disgustan los memes impuestos, he decidido memetizarme yo solita para continuar el proyecto de Ari y Aurelie. A partir de hoy, contaré, en 10 "dibujos", por qué soy una mema (algo más que evidente para los que me conocen bien). Me disculpo, antes de nada, por no estar a la altura de mis predecesoras, a las que mando unos achuchones apretados].

Síndrome de Stendhal

Ayer
En mi familia nunca hemos tenido coche (mi padre no lo consideraba necesario), así que, cuando íbamos al pueblo los fines de semana, lo hacíamos siempre en el coche de mis tíos o en autobús. Los viajes en el 127 rojo tenían su gracia. La redondez de mi madre y mi tía eran el mejor airbag que uno podría imaginar, y el inquietante bicho encerrado en metacrilato de la palanca de cambios me parecía todo un signo de distinción. Pero, sin duda, uno de los recuerdos más fascinantes de mi niñez era la sensación de bienestar que me producía pegar la nariz al sucio escaparate de la tienda de muelles situada un poquito más arriba de la estación de autobuses.
Hoy
Cumplo 31 años. El 127 rojo hace tiempo que se jubiló. El pueblo creo que sigue donde lo dejé, pero ya no lo recuerdo demasiado. Sobrevivo como buenamente puedo sin mi mullido airbag. ¿La tienda de muelles? Ella sigue en su sitio, quizá buscando más víctimas estrafalarias a las que producir su particular síndrome de Stendhal.
Esta foto es el mejor regalo de cumpleaños del mundo. Gracias, Fátima y Almu. No os puedo querer más, perracas. Y a mi sobrino postizo le pienso llevar 10 baberos, por lo menos. Me habéis alegrado el día, como a Clint Eastwood. :)